Cómo ser cool
Cómo ser cool (aunque mi hija me diga que es un término pasado de moda)
El periódico español El País publicó recientemente una columna que, sin pretenderlo, disecciona uno de los misterios más antiguos del comportamiento humano: ¿por qué hay personas que despiertan admiración sin esfuerzo? ¿que parecen irradiar magnetismo con cada gesto? El artículo, basado en un estudio publicado en Journal of Experimental Psychology, intenta resolver este enigma con el rigor de la ciencia. ¿La conclusión? Seis actitudes hacen a alguien irresistible, en cualquier rincón del mundo.
El estudio, realizado con casi seis mil personas en doce países, detectó un patrón universal. Las personas percibidas como “cool”comparten una combinación de extroversión, hedonismo, poder, espíritu aventurero, apertura mental y autonomía. Ninguno de estos rasgos es nuevo, pero juntos forman una alquimia que trasciende idiomas, geografías y generaciones.
Es fascinante que lo cool haya sido codificado por la psicología empírica. No hablamos aquí de peinados o de marcas, sino de disposiciones internas que cruzan las costuras del tiempo y la cultura. Ser cool, al parecer, es una forma de inteligencia social que equilibra desafío y encanto, libertad y pertenencia.
Lo que más me cautiva del estudio es lo que revela sobre nuestra especie: el deseo profundo de admirar, de seguir modelos, de buscar entre los demás un reflejo posible de quienes aspiramos a ser. En cada sociedad, en cada época, el individuo cool ha sido un explorador simbólico, alguien que ensaya rutas que el resto aún no se atreve a tomar. No son líderes tradicionales; son brújulas morales, artísticas o existenciales. Héroes sin capa, pero con una guitarra, una frase mordaz o un silencio en el momento justo.
La columna de El País hace bien en rastrear el origen moderno del término hasta el jazz afroamericano de los años 40. Aquellos músicos no sólo tocaban con elegancia; resistían con estilo. En plena segregación, cultivaban una estética imperturbable que funcionaba como escudo y como declaración. El cool nació, entonces, como una respuesta estética a la injusticia, como un acto de dignidad silenciosa.
Desde ahí, la cultura popular lo propagó como fuego en pólvora seca: James Dean, Muhammad Ali, Bowie, Dylan, Prince. No eran ídolos prefabricados, eran entidades únicas que encarnaban esa mezcla de libertad y autenticidad que no puede fingirse. Hoy, las redes sociales han amplificado ese ideal hasta deformarlo: millones de personas buscan parecer cool, sin entender que lo cool nunca persigue aprobación, la arrastra.
El estudio distingue, con precisión quirúrgica, entre lo bueno y lo cool. Ser generoso, obediente, tranquilo o compasivo puede hacernos amables, entrañables y confiables. Pero lo cool requiere otro tipo de fuego: una capacidad de romper moldes sin imponer destrucción, de ser libre sin necesidad de aplausos.
Tal vez lo más revelador es que las seis actitudes encontradas no están reservadas a artistas o rebeldes. Todos tenemos la posibilidad de desarrollarlas. No se trata de tener mil seguidores, sino de tener una vida que se parezca a quien somos. Habitar nuestra voz. Ser aventureros en lo cotidiano. Defender nuestra autonomía sin ofender la de otros. Y sí, permitirnos el gozo, sin culpa ni justificación.
Lo cool, en el fondo, es una forma de honestidad sin adornos.
¿Voy bien o me regreso? Nos leemos pronto si la IA o la necesidad superficial de los aplausos, lo permite.
Placeres culposos: El nuevo álbum de Alice Cooper y de GWAR; la final de la Eurocopa femenil; la película de los 4 fantásticos en el cine y de Happy Gilmore 2 en Netflix; y, mi segundo libro “Cuentos del más allá” disponible en Kindle. Todo cool.
Chocolate de Dubai para Greis y Alo.
David Vallejo
Politólogo y consultor político, especialista en temas de gobernanza, comunicación política, campañas electorales, administración pública y manejo de crisis. Cuenta con posgrados en Estados Unidos, México y España. Ha sido profesor, funcionario estatal y federal, así como columnista en Veracruz, Tamaulipas y Texas. Escritor de novelas y cuentos de ficción. Además, esposo amoroso, padre orgulloso, bibliófilo, melómano, chocoadicto y quesodependiente.
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